- Te dejo el dato
- Posts
- Nuevo estudio revela cómo usar smartphones antes de los 13 años afecta la salud mental en la adultez
Nuevo estudio revela cómo usar smartphones antes de los 13 años afecta la salud mental en la adultez
Un análisis de más de 100.000 jóvenes demuestra que entregar un celular en la infancia se asocia con más ansiedad, baja autoestima y pensamientos suicidas.
En Te Dejo el Dato hemos analizado a fondo una investigación científica reciente que lanza una advertencia clara: entregar un smartphone a un niño o niña antes de los 13 años puede tener consecuencias significativas en su salud mental cuando llegue a la adultez joven.
El estudio, publicado el 20 de julio de 2025 en la revista Journal of Human Development and Capabilities, se titula “Protecting the Developing Mind in a Digital Age: A Global Policy Imperative” y fue elaborado por los investigadores Tara C. Thiagarajan, Jennifer Jane Newson y Shailender Swaminathan, del equipo de Sapien Labs. Analiza los datos de más de 100.000 jóvenes de entre 18 y 24 años y evalúa cómo la edad a la que recibieron su primer smartphone influye en su bienestar mental años después.
Los resultados son contundentes: a menor edad de acceso al dispositivo, peor es el estado de salud mental en la adultez temprana. Se identificaron síntomas como pensamientos suicidas, desconexión emocional, agresividad, baja autoestima y pérdida de control emocional, con efectos especialmente marcados en mujeres jóvenes.
En este artículo te explicamos con detalle qué analizó este estudio, cómo se llevó a cabo, cuáles fueron sus hallazgos y qué recomendaciones proponen sus autores. También reflexionamos sobre lo que esto implica para la crianza, la escuela y las políticas públicas. Y al final, encontrarás el enlace directo al estudio completo para que puedas leerlo tú mismo y sacar tus propias conclusiones.
Objetivos y preguntas de investigación planteadas
El estudio Protecting the Developing Mind in a Digital Age: A Global Policy Imperative parte de una preocupación creciente: la presencia temprana de smartphones en la vida de niños y niñas ha transformado profundamente la infancia. Pero ¿cuáles son las consecuencias reales, a largo plazo, de introducir estos dispositivos antes de los 13 años? ¿Cómo impacta esto en la salud mental durante la adultez joven?
Para responder estas preguntas, los investigadores se propusieron:
Medir, a nivel global, la relación entre la edad de adquisición del primer smartphone y el estado de salud mental en la juventud (18–24 años).
Identificar los síntomas y las funciones mentales más afectadas por el uso temprano de smartphones.
Estimar el peso específico de distintos factores que podrían mediar o explicar esta relación: redes sociales, relaciones familiares, ciberacoso, calidad del sueño, entre otros.
Proponer políticas públicas basadas en la evidencia que ayuden a reducir el daño y proteger el desarrollo mental durante la infancia.
A diferencia de otros estudios previos —más limitados en muestra, tiempo o variables—, esta investigación se plantea como un análisis poblacional de gran escala, enfocado en el impacto acumulado a lo largo de los años, más que en efectos inmediatos o episódicos.
El objetivo final no es solo describir una correlación, sino generar evidencia robusta para informar decisiones familiares, educativas y regulatorias en un mundo donde la tecnología digital avanza más rápido que las normas que la acompañan.
Sobre el estudio y sus autores
El artículo Protecting the Developing Mind in a Digital Age: A Global Policy Imperative fue publicado el 20 de julio de 2025 en la revista científica arbitrada Journal of Human Development and Capabilities, una publicación multidisciplinaria centrada en el desarrollo humano desde una perspectiva basada en capacidades.
Autores
Los autores del estudio son:
Tara C. Thiagarajan, neurocientífica, fundadora y directora científica de Sapien Labs, una organización dedicada a investigar la evolución del cerebro humano en el contexto del mundo digital.
Jennifer Jane Newson, doctora en neurociencia cognitiva, líder de investigación en salud mental y bienestar en Sapien Labs.
Shailender Swaminathan, director del Sapien Labs Center for Human Brain and Mind en la Universidad Krea (India), con experiencia en salud pública y análisis poblacional.
Contexto y relevancia
El estudio se enmarca en el Global Mind Project, una iniciativa de Sapien Labs que desde 2020 ha recopilado datos sobre el estado mental de casi 2 millones de personas en 163 países. Este proyecto emplea una herramienta propia: el Mind Health Quotient (MHQ), una métrica que evalúa el bienestar mental en una escala de -100 (aflicción extrema) a +200 (bienestar óptimo).
Para esta investigación en particular, el equipo seleccionó y analizó una submuestra de más de 100.000 jóvenes de entre 18 y 24 años, a fin de evaluar cómo la edad de acceso al primer smartphone se relaciona con su salud mental en la adultez joven.
Los autores explican que este grupo —la llamada Generación Z— es la primera en haber crecido con smartphones y redes sociales desde la infancia, y que este contexto único permite observar los efectos acumulativos de una infancia digital a escala global.
Metodología utilizada
Para responder sus preguntas de investigación, los autores realizaron un análisis correlacional de gran escala basado en datos del Global Mind Project, una iniciativa abierta y continua de evaluación de salud mental a nivel mundial.
Muestra
Se analizaron los datos de más de 100.000 personas de entre 18 y 24 años.
La muestra abarcó diversas culturas, regiones y lenguas, incluyendo países de América, Europa, África, Asia y Oceanía.
Se incluyeron tanto mujeres como hombres, con comparaciones específicas por género.
Herramienta principal: MHQ (Mind Health Quotient)
El instrumento usado fue el MHQ (Mind Health Quotient), un cuestionario estandarizado desarrollado por Sapien Labs que mide 47 funciones sociales, emocionales, cognitivas y físicas, y genera un puntaje compuesto del bienestar mental.
La escala va de -100 (aflicción severa) a +200 (bienestar óptimo).
Evalúa no solo síntomas clínicos (como ansiedad o pensamientos suicidas), sino también aspectos funcionales como la autoestima, la empatía, la resiliencia emocional y el sentido de conexión con la realidad.
Variables principales analizadas
Edad de adquisición del primer smartphone (variable independiente).
Puntaje MHQ actual en la adultez joven (variable dependiente).
Síntomas específicos como pensamientos suicidas, alucinaciones, impulsividad y desconexión de la realidad.
Funciones deterioradas como autoestima, control emocional, resiliencia, empatía, entre otras.
Análisis estadístico
Se utilizaron modelos de regresión para estimar la relación entre edad de primer uso del smartphone y bienestar mental.
Además, se analizaron factores mediadores que explican parte de esa relación, como:
Edad de acceso a redes sociales
Calidad de las relaciones familiares
Experiencias de ciberacoso
Trastornos del sueño
El análisis también comparó resultados entre regiones del mundo, con atención especial a los países de habla inglesa, donde se observan efectos más pronunciados.
Alcance
Aunque no se trata de un estudio experimental ni longitudinal, su fortaleza radica en el tamaño de la muestra, el enfoque multinacional y la amplitud de las variables consideradas. Esto permite identificar patrones poblacionales robustos, más allá de casos individuales o contextos locales.
Resultados específicos y magnitud del impacto
Los resultados del estudio son contundentes: cuanto más temprano se accede a un smartphone en la infancia, peor es el estado de salud mental en la adultez joven. El impacto es progresivo, sistemático y visible en múltiples regiones del mundo.
Descenso del bienestar mental (MHQ) según edad del primer smartphone
El puntaje MHQ (Mind Health Quotient), que mide el bienestar mental total, muestra una caída clara:
Jóvenes que recibieron su primer smartphone a los 13 años: puntaje promedio de 30.
Quienes lo recibieron a los 5 años: puntaje promedio de apenas 1.
Este patrón se mantiene en todas las regiones y culturas analizadas, con un efecto más pronunciado en los países de habla inglesa. El descenso es más marcado en mujeres jóvenes.
Aumento de síntomas severos
El estudio identificó una mayor prevalencia de síntomas psicológicos graves en quienes usaron smartphones desde edades tempranas:
Síntoma (autoinformado con impacto severo) | Diferencia entre quienes recibieron el smartphone a los 5–6 años vs. 13–18 años |
---|---|
Pensamientos suicidas | +20 % en mujeres / +11 % en hombres |
Alucinaciones | +14 % en mujeres / +9 % en hombres |
Agresividad | +14 % en mujeres / +8 % en hombres |
Comportamientos compulsivos | +13 % en mujeres / +5 % en hombres |
Sensación de desconexión de la realidad | +13 % en mujeres / +4 % en hombres |
Funciones mentales deterioradas
También se reportó un descenso importante en funciones clave para el desarrollo emocional y social:
Función afectada | Diferencia en quienes recibieron el smartphone antes vs. después de los 13 años |
---|---|
Autoimagen / autoestima | -12 % en mujeres / -10 % en hombres |
Confianza y autovaloración | -12 % en mujeres / -10 % en hombres |
Control emocional | -10 % en mujeres / -8 % en hombres |
Resiliencia emocional | -12 % en mujeres / -5 % en hombres |
Empatía | -8 % en mujeres / -10 % en hombres |
Estabilidad emocional | -6 % en mujeres / -10 % en hombres |
Una trayectoria preocupante
Los autores advierten que estos resultados apuntan a un patrón global: la exposición temprana a smartphones está vinculada con un mayor riesgo de malestar emocional, deterioro funcional y síntomas graves en la adultez temprana.
Esto no implica que todos los niños sufran efectos negativos, pero sí que a nivel poblacional existe un cambio preocupante en las capacidades mentales de las nuevas generaciones.
Los efectos son especialmente pronunciados en jóvenes de 18 a 20 años, quienes además atravesaron la adolescencia durante la pandemia de COVID-19.
Factores mediadores y sus contribuciones relativas al impacto observado
Los autores no solo identificaron la correlación entre el uso temprano del smartphone y el deterioro en la salud mental. También exploraron qué factores explican esa relación. Es decir, ¿qué pasa en la vida de un niño cuando recibe un smartphone a los 10, 8 o 6 años que podría dañar su salud mental en el futuro?
A través de un análisis de regresión, el estudio identificó los principales caminos por los cuales el smartphone, introducido en edades tempranas, contribuye al deterioro del bienestar mental en la adultez joven:
El factor más influyente. Cuanto antes se tiene un smartphone, antes se accede también a redes sociales. Y el entorno algorítmico de estas plataformas —altamente estimulante, competitivo y muchas veces nocivo— expone a los niños a:
Contenidos inadecuados para su edad (sexualizados, violentos, extremistas)
Comparaciones constantes con otros
Refuerzo de dinámicas de aprobación (likes, seguidores)
Pérdida de horas de sueño y concentración
El acceso anticipado a redes sociales predispone a relaciones familiares más conflictivas y mayores riesgos de ciberacoso y disociación emocional.
📌 2. Problemas en las relaciones familiares (13 %)
Muchos de los efectos negativos no vienen del dispositivo en sí, sino de cómo interfiere en los vínculos afectivos dentro del hogar. Cuando el niño se sumerge desde pequeño en pantallas, el tiempo compartido y la calidad del vínculo con adultos cuidadores se debilita.
Además, en entornos familiares menos cohesionados, el smartphone puede convertirse en una vía de escape, un refugio o incluso una fuente de conflicto, con consecuencias emocionales duraderas.
📌 3. Ciberacoso (10 %)
El riesgo de acoso digital aumenta al ingresar tempranamente al mundo conectado. El estudio muestra que el 63 % de los efectos negativos del ciberacoso derivan del uso anticipado de redes sociales.
El ciberacoso tiene impactos directos sobre la salud mental: baja autoestima, ansiedad, retraimiento, incluso síntomas disociativos.
📌 4. Alteraciones del sueño (12 %)
El uso nocturno del smartphone —aunque no implique redes sociales— también afecta el descanso. El estudio encontró que solo el 19 % de los efectos negativos del mal dormir se explican por el uso de redes, lo que sugiere que otras formas de uso (videojuegos, YouTube, películas) también contribuyen al deterioro.
Dormir menos y peor interfiere con el desarrollo cognitivo y emocional, especialmente durante la niñez y la adolescencia.
🔍 Diferencias regionales
En los países de habla inglesa (EE.UU., Reino Unido, Australia, Canadá), los jóvenes reportaron haber accedido tanto al smartphone como a redes sociales antes que sus pares en otras regiones, y mostraron también los impactos negativos más intensos.
Allí, los efectos del acceso temprano a redes sociales explican hasta el 70 % del deterioro en la salud mental. También se identificó un factor adicional: en mujeres jóvenes de estos países, la exposición temprana aumentó la probabilidad de haber sufrido abuso sexual, contenido o dinámicas muchas veces amplificadas por entornos digitales desregulados.
Estos hallazgos dejan clara una conclusión: el problema no es solo la presencia del smartphone, sino el ecosistema digital al que abre la puerta, particularmente cuando el acceso ocurre en etapas clave del desarrollo psicológico.
Relaciones causales vs. correlacionales
Uno de los puntos más importantes al leer estudios de este tipo es distinguir entre correlación y causalidad. El estudio Protecting the Developing Mind in a Digital Age no afirma que entregar un smartphone antes de los 13 años cause directamente pensamientos suicidas o baja autoestima, sino que muestra que hay una relación estadística consistente y significativa entre ambos fenómenos a nivel poblacional.
¿Qué significa esto?
Correlación significa que dos variables —en este caso, la edad del primer smartphone y el estado de salud mental en la adultez joven— están asociadas de forma sistemática.
Pero no implica que una sea la causa directa de la otra. Podría haber factores intermedios o condiciones externas que también influyan.
Sin embargo, el estudio sí da un paso más allá que muchos otros análisis previos:
Incluye una muestra muy amplia y diversa (más de 100.000 jóvenes de 18 a 24 años en 163 países).
Controla múltiples variables que podrían explicar la relación (como relaciones familiares, sueño, ciberacoso).
Evalúa una gama amplia de síntomas, más allá de los tradicionales (como depresión o ansiedad), incorporando funciones mentales como empatía, resiliencia, percepción de la realidad y compulsividad.
¿Qué se puede afirmar con certeza?
Lo que este estudio demuestra con evidencia robusta es que:
Cuanto más temprano se recibe un smartphone, mayor es la probabilidad de presentar síntomas psicológicos severos en la adultez joven.
Esta relación se mantiene al considerar diversos factores explicativos, lo que refuerza la hipótesis de que hay un impacto acumulativo real.
El efecto es consistente en distintas regiones del mundo y más fuerte en mujeres.
¿Qué no se puede afirmar?
No se puede decir que todos los niños que usaron un smartphone antes de los 13 años desarrollarán problemas de salud mental.
Tampoco se puede afirmar que el smartphone es la única o principal causa de esos problemas en cada caso individual.
No se midió el tiempo exacto de uso ni el contenido específico consumido, por lo que no se puede atribuir el efecto a una app o plataforma concreta.
¿Por qué es relevante a nivel poblacional?
A pesar de estas limitaciones, los autores subrayan que los efectos observados son suficientemente grandes y consistentes como para justificar medidas de prevención a nivel social, educativo y normativo.
La lógica es la misma que se aplica en salud pública frente al tabaco, el alcohol o la conducción: no es necesario esperar causalidad definitiva cuando la correlación es sólida y los riesgos son altos.

Recomendaciones de política pública propuestas
Frente a la evidencia presentada, los autores del estudio sostienen una posición clara: esperar pruebas causales absolutas antes de intervenir sería un error, especialmente cuando los riesgos para el desarrollo mental son tan elevados y generalizados.
Proponen, por tanto, adoptar el principio de precaución que se aplica en otras áreas de salud pública —como el consumo de alcohol, tabaco o la conducción de vehículos— y aplicar medidas concretas para proteger el cerebro en desarrollo de niños y niñas.
¿Qué tipo de medidas se proponen?
Las recomendaciones están organizadas en función de su viabilidad de implementación y su impacto potencial:
1. Educación digital obligatoria y temprana
(Alta viabilidad, impacto moderado)
Antes de permitir el uso independiente de redes sociales o internet, los niños y adolescentes deberían recibir formación estructurada en:
Salud mental digital
Funcionamiento de los algoritmos
Prevención del ciberacoso
Reconocimiento de contenido inapropiado o manipulador
Gestión del tiempo de pantalla
Esta medida sería similar a exigir cursos antes de otorgar una licencia de conducir. Tiene la ventaja de ser fácil de aplicar en sistemas educativos ya existentes y de empoderar a los menores con herramientas de navegación crítica.
2. Responsabilidad de las plataformas tecnológicas
(Viabilidad media, alto impacto)
Actualmente, muchas plataformas establecen la edad mínima de 13 años, pero no aplican mecanismos efectivos de verificación ni asumen consecuencias por el incumplimiento.
El estudio propone:
Fortalecer los sistemas de verificación de edad (biometría, validación parental, etc.).
Aplicar sanciones económicas o legales a las empresas que permitan el ingreso de menores de forma deliberada o negligente.
Promover legislación que exija a las plataformas rendir cuentas por los riesgos que imponen a usuarios menores de edad.
3. Restricción del acceso a redes sociales en menores de 13 años
(Viabilidad media, alto impacto)
Más allá del uso del dispositivo, el problema central es el acceso a redes sociales basadas en contenido generado por otros usuarios, como Instagram, TikTok, X (Twitter) o similares.
Los autores proponen prohibir legalmente el acceso a estas plataformas en menores de 13 años, con mecanismos de control cruzado entre aplicaciones, sistemas operativos y redes domésticas o escolares.
4. Acceso graduado a smartphones
(Baja viabilidad práctica, máximo impacto)
Finalmente, la medida más ambiciosa y de mayor impacto sería establecer límites al tipo de dispositivo que puede usarse antes de cierta edad:
Fomentar el uso de “teléfonos infantiles” o dispositivos sin acceso a apps, redes o navegadores.
Permitir solo funciones básicas: llamadas, mensajería, apps educativas.
Regular su uso en el entorno escolar y familiar como parte de un entorno supervisado y estructurado.
Aunque esta medida es difícil de aplicar por razones culturales, tecnológicas y de autonomía familiar, los autores insisten en que la maduración cerebral durante la infancia no es compatible con un acceso irrestricto al entorno digital actual.
Estas recomendaciones están dirigidas tanto a gobiernos y autoridades educativas, como a empresas tecnológicas y comunidades escolares. La intención no es restringir el desarrollo digital de los menores, sino crear condiciones seguras y adaptadas a su etapa evolutiva, como ya se hace con otras prácticas potencialmente riesgosas.

Implicaciones prácticas para madres, padres y educadores
Los hallazgos del estudio no son abstractos: hablan de síntomas reales que afectan a jóvenes reales. Ansiedad, pensamientos suicidas, desconexión emocional, impulsividad. Aunque se trata de un análisis poblacional, las consecuencias se sienten en los hogares, las escuelas y las consultas médicas.
¿Qué significa esto para las familias?
1. El “cuándo” importa tanto como el “cómo”
No se trata solo de qué hacen los niños con el smartphone, sino de cuándo comienzan a usarlo. El estudio muestra que introducir este tipo de tecnología antes de los 13 años conlleva riesgos acumulativos reales, incluso si el uso parece inocuo al inicio.
2. El acceso sin guía no es neutral
Permitir el acceso libre a redes sociales, videojuegos o YouTube sin acompañamiento adulto no es una opción neutra. La exposición algorítmica favorece contenidos que capturan atención, no los que educan o cuidan. Eso puede alterar el sueño, dañar la autoestima y afectar la percepción del mundo y de uno mismo.
3. “Todos tienen uno” no debe definir la decisión
La presión social existe, pero el hecho de que muchos niños tengan un dispositivo no convierte esa práctica en recomendable. Proteger la salud mental puede requerir ir contra la corriente. Y cada vez más familias, escuelas y gobiernos están empezando a cuestionarse lo mismo.
¿Qué se puede hacer desde casa?
Retrasar el acceso a smartphones con internet hasta al menos los 13 años.
Optar por dispositivos limitados: teléfonos sin apps, o relojes inteligentes solo para llamadas.
Acompañar el uso desde el primer día: conversar, establecer normas, mirar juntos, y enseñar a desconectarse.
Observar cambios de humor, sueño o conducta tras el uso de dispositivos.
Priorizar el vínculo afectivo cara a cara como antídoto frente al aislamiento digital.
Enseñar desde temprano a usar la tecnología como herramienta, no como refugio emocional.
¿Y en la escuela?
Integrar la educación digital crítica en el currículo escolar: algoritmos, identidad digital, impacto emocional.
Revisar políticas de uso de dispositivos dentro del aula y los recreos.
Crear espacios de diálogo entre familias, docentes y estudiantes sobre cómo se vive el uso digital en la comunidad educativa.
Evitar premiar o validar socialmente el acceso prematuro a dispositivos (por ejemplo, asignando tareas solo digitales a niños pequeños).
Este estudio no propone el miedo, sino la acción informada. Así como hemos aprendido a poner cinturones de seguridad o a leer etiquetas nutricionales, debemos ahora aprender a regular y acompañar la vida digital desde la infancia, porque lo que está en juego es profundo: la salud mental, la identidad emocional y la libertad interior de las nuevas generaciones.
El estudio Protecting the Developing Mind in a Digital Age ofrece una advertencia difícil de ignorar: introducir smartphones antes de los 13 años está asociado a un deterioro generalizado del bienestar mental en la adultez joven.
A diferencia de estudios anteriores, este trabajo se apoya en una muestra amplia, diversa y robusta, analiza síntomas más allá de la depresión o la ansiedad, e identifica factores concretos que explican el daño, como el acceso temprano a redes sociales, la fragmentación de los vínculos familiares, el ciberacoso y los trastornos del sueño.
No se trata de culpabilizar a madres, padres o docentes, sino de actuar con base en la mejor evidencia disponible. El desarrollo emocional y cognitivo de niñas, niños y adolescentes necesita entornos estables, relaciones presenciales y límites claros. Los dispositivos digitales no son neutros: cuando llegan demasiado pronto, sin preparación ni acompañamiento, pueden dejar una huella que dura años.
Frente a esta realidad, el estudio propone políticas públicas, medidas escolares y decisiones familiares que pueden marcar una diferencia. La crianza digital no es solo una cuestión de tecnología, sino de salud pública, de derechos del niño y de cuidado intergeneracional.
Desde Te Dejo el Dato, te invitamos a leer el estudio completo y compartir esta información en tu comunidad. Las decisiones informadas son la mejor herramienta que tenemos para acompañar a nuestros hijos en un mundo hiperconectado.
📄 Acceso al estudio completo:
______________________
Libros que te recomiendo
Con solo dos años de edad, el consumo medio se sitúa en torno a las tres horas. De los ocho a los doce, la media se acerca a las cinco horas. En la adolescencia, la cifra se dispara casi a siete horas, lo que supone más de dos mil cuatrocientas horas al año en pleno desarrollo intelectual. |
Cientos de estudios demuestran que la lectura por placer tiene un impacto único en el aprendizaje cognitivo de los niños. Fomenta el lenguaje, los conocimientos generales, la creatividad, la atención, la escritura, la expresión oral, la autocomprensión y la empatía. No hay herramienta más útil para el desarrollo cerebral que un libro. |
Reply