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De agendas de papel a apps de crianza: Así cambió la maternidad en la era digital
Lo que antes se escribía con lápiz hoy se guarda en la nube. Te contamos cómo las madres del mundo —y de América Latina— están usando tecnología para criar, organizar, conectar... y también, cómo esto impacta su salud emocional y su identidad.
De diarios íntimos a datos compartidos
Durante generaciones, maternar implicaba tener buena memoria. Las madres lo registraban todo: desde el primer diente hasta la última fiebre. Lo hacían en cuadernos, en libretas con dibujos de ositos, en márgenes de agendas escolares o en papelitos pegados con cinta en la refrigeradora. Pero también lo hacían en su cabeza, en un rincón siempre disponible de su mente, aun cuando el cuerpo estaba agotado. Era un sistema analógico, lleno de humanidad.
Hoy, muchas madres han cambiado el lápiz por el pulgar. Aquello que antes anotaban en una libreta, ahora lo registran en una app. Cada pañal, cada toma de leche, cada mililitro extraído, cada minuto de sueño, cada cólico. Los datos ya no viven solo en la memoria emocional, ahora habitan en la nube. El smartphone, ese dispositivo inseparable, se convierte en extensión de la maternidad: cronómetro de siestas, termómetro emocional, buscador de síntomas, y en muchos casos, fuente de validación.
Esta transformación va más allá de lo práctico. Es un cambio cultural, tecnológico y emocional. La maternidad se ha digitalizado no porque las madres sean menos intuitivas, sino porque el contexto lo exige: ritmos de vida acelerados, redes familiares más dispersas, menos apoyo comunitario, y más presión por “hacerlo bien” en medio de una avalancha de información. La tecnología se ofrece como alivio, pero también como espejo constante.
Y aquí aparece un fenómeno fascinante: las madres de hoy no solo crían. También gestionan datos, descargan apps, sincronizan calendarios, revisan gráficos de crecimiento, reciben notificaciones del sueño REM del bebé. Son, en muchos sentidos, community managers de la infancia digital. Monitorean, comparten, miden y documentan. No es casual que muchas apps de crianza tengan un diseño similar al de las redes sociales. La lógica de la vida conectada ha llegado también al primer llanto y a la primera vacuna.
Pero, ¿es esto necesariamente algo negativo? No. La tecnología, bien usada, puede ser una herramienta valiosa para reducir incertidumbre y fortalecer el vínculo entre madres e hijos. Sin embargo, vale preguntarse: ¿cuánta de esta gestión digital responde a una necesidad real, y cuánta a una presión cultural? ¿Hasta qué punto las madres usan estas herramientas como apoyo y cuándo se convierten en otra exigencia más?
Apps que acompañan cada etapa de la crianza

Hoy, el recorrido de la maternidad puede estar acompañado —y a veces guiado— por una secuencia de aplicaciones digitales. Desde la concepción hasta los primeros años de vida del bebé, existe una app para cada momento: calcular la ovulación, seguir el embarazo semana a semana, registrar las tomas de leche, monitorear el sueño, llevar control de vacunas, e incluso recibir alertas sobre hitos del desarrollo.
Este fenómeno no es aislado. Se trata de una industria en expansión. Según Grand View Research (2023), el mercado global de aplicaciones para crianza alcanzó los US$542 millones en 2022, y se proyecta que llegará a US$905 millones en 2030, con un crecimiento anual sostenido del 7,6%. La región con mayor cuota de mercado es Norteamérica (37,9%), seguida por Asia-Pacífico, que lidera el crecimiento gracias a la masificación del internet móvil. América Latina, aunque más rezagada, muestra una curva ascendente, especialmente en mercados como México, Brasil, Argentina y Colombia.
Las apps más populares en esta categoría se agrupan en cuatro grandes bloques:
📱 1. Fertilidad y embarazo
Plataformas como Flo, Clue, Glow u Ovia permiten hacer seguimiento del ciclo menstrual, calcular los días fértiles, predecir fechas de parto y acceder a contenido educativo basado en inteligencia artificial. Solo Flo, por ejemplo, superó los 250 millones de descargas en 2023, está disponible en 22 idiomas y es usada activamente por más de 50 millones de mujeres al mes, según datos de la propia compañía.
Estas apps no solo ofrecen datos: ofrecen certezas. Y en etapas marcadas por la incertidumbre —como la concepción o el embarazo— se convierten en un soporte diario.
🍼 2. Lactancia, pañales, sueño
Aplicaciones como Huckleberry, Baby Tracker o Glow Baby permiten registrar con precisión milimétrica cada toma de pecho o biberón, el tiempo de sueño (incluso por fases), los cambios de pañal, la temperatura, e incluso los episodios de llanto. Algunas, como Huckleberry, usan modelos predictivos para sugerir la próxima siesta ideal del bebé, basados en algoritmos de aprendizaje automático.
Esta cuantificación extrema puede parecer excesiva, pero para muchas madres representa orden en el caos, sobre todo en el posparto. Según un estudio publicado en JMIR Pediatrics and Parenting (2022), el uso regular de estas apps puede aumentar la percepción de autoeficacia en madres primerizas, al brindarles estructura y sensación de control en momentos emocionalmente intensos.
💉 3. Salud y vacunas
Existen también aplicaciones especializadas en monitorear el esquema de vacunación, el crecimiento del bebé, la temperatura corporal, la aparición de síntomas y más. Algunas incluso permiten sincronizarse con dispositivos como termómetros inteligentes o básculas. En América Latina, iniciativas públicas en países como Uruguay y Chile han promovido apps oficiales de seguimiento de vacunas y consultas pediátricas digitales.
En muchos casos, estas herramientas suplen carencias del sistema de salud, especialmente en contextos donde no siempre hay seguimiento regular con un pediatra o donde las distancias geográficas dificultan el acceso.
👩👩👧👦 4. Comunidad y acompañamiento emocional
Aplicaciones como Peanut, descrita como “el Tinder de la maternidad”, permiten conectar con otras madres con hijos de la misma edad, en la misma ciudad o con intereses similares. En sus encuestas de 2023, el 76% de las usuarias mexicanas de Peanut dijeron sentirse culpables por hacer actividades sin su bebé, y el 81% sentía que había perdido parte de su identidad al convertirse en madres.
Estos espacios digitales se han convertido en nuevas redes de apoyo. Lo que antes era el club de lactancia en el centro de salud, hoy puede ser un foro online o un grupo de WhatsApp. En el estudio chileno de Valdés y Lazo (2023), publicado en Revista Médica de Chile, las mujeres embarazadas y en puerperio entrevistadas reportaron una actitud positiva hacia el uso de apps de maternidad, sobre todo por la posibilidad de acceder a información confiable sin depender de terceros.
Más allá de su funcionalidad específica, estas aplicaciones comparten una promesa común: acompañar. Para muchas madres, significan no tener que recordar todo solas. Pero también, como veremos en el siguiente bloque, pueden significar no poder olvidarse de nada.
FemTech y ParentTech: ¿moda o revolución silenciosa?
Detrás de cada app que las madres usan para seguir el sueño del bebé o contar las tomas de leche, hay una industria en auge. El término FemTech —abreviatura de Female Technology— abarca tecnologías centradas en la salud femenina: desde fertilidad, menstruación, embarazo, postparto y lactancia, hasta menopausia y salud mental. Cuando estas soluciones se enfocan específicamente en la crianza, hablamos de ParentTech, un subsegmento emergente pero cada vez más poderoso.
Según el informe de Frost & Sullivan (2021), se espera que la inversión global acumulada en FemTech supere los US$50.000 millones para 2025. Este crecimiento está impulsado por varios factores: la normalización del cuidado femenino como prioridad de mercado, el avance de la inteligencia artificial, y una generación de madres hiperconectadas que exige soluciones personalizadas, inmediatas y basadas en datos.
Por su parte, el mercado global de ParentTech —que incluye apps, wearables, sensores, monitores inteligentes, dispositivos de lactancia, plataformas educativas, etc.— crece de forma constante. Grand View Research estimó su tamaño en US$542 millones en 2022, con una proyección de US$905 millones para 2030, creciendo a una tasa del 7,6% anual. Este crecimiento responde, en parte, a una maternidad cada vez más digitalizada, pero también a un ecosistema de inversión que ha empezado a tomarse en serio las necesidades del cuidado infantil.
🌎 ¿Y en América Latina?
El panorama latinoamericano es distinto, pero no ajeno. En 2021, el mercado regional de FemTech representaba solo el 6,4% del ingreso global, según FemTech Analytics. Sin embargo, este número crece a medida que más startups y fondos locales comienzan a apostar por soluciones con enfoque de género y cuidado. McKinsey estima que el mercado FemTech en América Latina ya se mueve entre US$500 millones y US$1.000 millones anuales.
Algunos ejemplos notables:
Plenna (México): una clínica híbrida que combina ginecología, psicología y nutrición con una plataforma digital donde las mujeres pueden gestionar su historial médico, recibir recordatorios y conectarse con profesionales.
Theia (Brasil): enfocado en la maternidad de alto riesgo, esta startup combina monitoreo remoto con equipos médicos y tecnología de análisis predictivo.
BabyBee (Argentina): app educativa y de seguimiento para los primeros mil días del bebé, con contenido adaptado a realidades latinoamericanas.
A pesar de este crecimiento, los retos persisten: falta de contenidos adaptados culturalmente, escasa integración con servicios públicos de salud, baja penetración en zonas rurales y, sobre todo, una brecha de género digital que sigue vigente en gran parte del continente.
Más que soluciones, estructuras
Lo más interesante de este crecimiento no es solo tecnológico, sino político y cultural. FemTech y ParentTech no solo crean productos: visibilizan demandas históricamente ignoradas. El simple hecho de que existan soluciones específicas para el dolor posparto, para registrar el llanto del bebé o para acompañar la lactancia, señala una transformación: la maternidad ya no se da por sentada. Se diseña, se estudia, se invierte en ella.
Como afirma la investigadora y periodista Caroline Criado Pérez en su libro Invisible Women (2019), buena parte de los sistemas que usamos —incluidos los tecnológicos— fueron creados sin tener en cuenta las experiencias de las mujeres. La emergencia de FemTech viene, en parte, a reparar esa deuda.
El lado B: culpa, ansiedad y el algoritmo de la buena madre
La promesa inicial de estas aplicaciones es noble: ayudar, organizar, dar tranquilidad. Y en muchos casos lo logran. Pero como toda herramienta, su efecto depende del contexto, del uso y —en este caso— de las emociones que acompañan a la maternidad. Y ahí aparece el otro lado de la moneda: el lado en el que la app, en lugar de liberar, presiona. En lugar de acompañar, exige. En lugar de consolar, compara.
Numerosos estudios han empezado a documentar los efectos emocionales del uso intensivo de tecnologías de seguimiento en madres primerizas. Un ejemplo es el estudio de Thompson y Bardone-Cone (2023) publicado en JMIR Pediatrics and Parenting, que señala que un uso excesivo de apps de maternidad puede estar asociado a síntomas de ansiedad y culpa, sobre todo cuando las madres sienten que no cumplen con las “metas” que la app sugiere (por ejemplo, número de tomas, horas de sueño, progreso del bebé).
En palabras de una usuaria entrevistada en un artículo de Business Insider (2023), tras instalar una app de monitoreo de sueño:
“Cada vez que mi bebé no dormía lo que la app decía que debía dormir, sentía que algo estaba haciendo mal. Me obsesioné con llenar los datos. No era paz, era presión.”
Este fenómeno tiene nombre: hipervigilancia digital. Y está profundamente ligado a un ideal de madre eficiente, ordenada, disponible y siempre conectada. Las apps, muchas veces, sin quererlo, lo refuerzan. Al transformar el cuidado en métricas —minutos, gramos, intervalos— lo convierten en algo cuantificable. Y lo que se mide, se puede juzgar. El resultado: más ansiedad, más autoexigencia, más comparación.
📉 De lo intuitivo a lo cuantificable
La psicóloga canadiense Christina Silver, en su estudio cualitativo sobre maternidad y tecnología (2022), describe esto como un “equilibrio tenso”. Las madres aprecian el acceso inmediato a información, pero también reconocen cómo las apps pueden reforzar una idea de competencia o perfección. Cuando una app te recuerda que tu hijo debería estar caminando o hablando según una tabla promedio, puede convertirse en una fuente de angustia más que de guía.
En algunos casos, incluso, se reporta dependencia emocional o culpa por no llenar los datos. Al igual que en otras apps de salud —como las de fitness o dieta— el riesgo está en convertir la herramienta en juez: si no lo registraste, ¿realmente lo hiciste bien?
🧠 El algoritmo de la buena madre
Este ideal hiperconectado se alinea con lo que muchas autoras feministas llaman el “mandato de la buena madre”, actualizado ahora al siglo XXI. Antes era la madre abnegada. Hoy es la madre que da pecho exclusivo, pero también mide la duración de la toma; la que duerme a su bebé, pero sigue un protocolo científico; la que busca tribu, pero no descuida su productividad personal.
Y en este modelo, las apps no solo reflejan la presión social: la amplifican. Porque están diseñadas bajo la lógica del rendimiento, del dato, del logro. Pero la maternidad no siempre cabe en un gráfico. La lactancia tiene grietas, los despertares nocturnos no siguen patrones, los bebés tienen ritmos que ni el mejor algoritmo puede predecir.
Por eso, aunque estas herramientas pueden ser útiles, es necesario usarlas con criterio y compasión. No están hechas para evaluarte. Están hechas para ayudarte. Si lo que debería ser apoyo se convierte en angustia, tal vez sea momento de hacer pausa. Cerrar la app. Escuchar al cuerpo. Volver al instinto.
¿Qué buscan las madres digitales, en realidad?
Detrás de cada app descargada, detrás de cada dato registrado a las 3 de la mañana, hay una búsqueda. Y no siempre es de eficiencia. Muchas veces es de compañía. Las madres digitales —con todas sus diferencias de contexto, edad, clase social o ubicación— comparten una necesidad común: no sentirse solas.
Porque la soledad en la maternidad no siempre se ve. Puede vestirse de historias de Instagram con filtros suaves y pies de bebé. Puede disfrazarse de control absoluto, de tablas de sueño, de estadísticas perfectas. Pero se siente en lo profundo: cuando las redes de apoyo reales son escasas, cuando el sistema no alcanza, cuando el cansancio pesa más que el entusiasmo.
En ese vacío afectivo, muchas apps prometen algo más que soluciones técnicas. Prometen pertenencia. Prometen que alguien más está pasando lo mismo. Que no es raro sentirse abrumada, ni querer llorar sin razón. Y muchas veces, lo cumplen. Por eso tantas mujeres encuentran refugio no solo en apps especializadas, sino también en grupos de WhatsApp, foros de crianza, cuentas de TikTok o reels de Instagram donde otras madres narran lo que les cuesta decir en voz alta.
Un ejemplo claro es Peanut, la app social para madres que reportó en 2023 que en México:
El 76% de las madres encuestadas sentía culpa por hacer actividades sin su bebé.
El 81% dijo haber perdido parte de su identidad personal tras convertirse en madre.
Estas cifras no hablan solo de tecnología. Hablan de un cambio cultural profundo: una maternidad que se vive en red, pero muchas veces desde la hiperexigencia y la vulnerabilidad. Las madres no están buscando solo recordatorios de vacunas o predictores de siestas. Están buscando validación, conexión emocional, testigos.
🫂 De la tribu a la red
En América Latina, esta búsqueda adopta formas particulares. La “tribu” digital se arma con stickers de WhatsApp, con audios de cinco minutos entre amigas, con publicaciones en grupos de Facebook donde se pide ayuda para dormir a un niño con fiebre o se comparte un tip de lactancia. A falta de redes de apoyo institucionales, muchas madres han encontrado en lo digital una red de afecto improvisada.
Esta red no es perfecta. Puede ser ruidosa, contradictoria, saturada de consejos no solicitados. Pero también puede ser profundamente reparadora. Como escribió una usuaria en una reseña de BabyCenter:
“No siempre tengo con quién hablar. Pero esta app me da la sensación de que no estoy sola, aunque solo sea leyendo lo que otras escriben.”
Y eso importa. Porque al final, lo que buscan las madres digitales no es ser perfectas. Es ser vistas, comprendidas y sostenidas.
Entre el dato y el instinto
La maternidad digital no es un fenómeno pasajero. Es una transformación estructural, que ha modificado no solo las herramientas con las que criamos, sino también los discursos, las expectativas, los miedos y los vínculos. Hoy, ser madre implica —además de todo lo que siempre implicó— navegar un océano de datos, notificaciones, gráficas, algoritmos y decisiones asistidas por inteligencia artificial.
Pero la gran paradoja es esta: cuanto más medimos la maternidad, más fácil es olvidar que no todo puede —ni debe— ser medido. Porque la maternidad no se resume en el número de pañales cambiados, ni en los mililitros extraídos, ni en las curvas de sueño. La maternidad también es intuición, improvisación, caos amoroso, silencios compartidos. Y eso no cabe en una app.
Usar tecnología para criar no es un error. De hecho, puede ser un acto de autocuidado. Lo que necesitamos es usarla con conciencia. Que la app no calle la voz interior. Que el gráfico no opaque el abrazo. Que el recordatorio no reemplace la mirada.
Porque ningún algoritmo puede predecir lo que una madre siente cuando su hijo se duerme en su pecho. Porque ningún wearable puede detectar la culpa, la ternura, la rabia o la alegría que habitan el cuerpo que cría.
En un mundo que nos empuja a hacer más, medir más, mostrar más, tal vez el acto más revolucionario sea detenerse. Ser. Y recordar que la maternidad no necesita ser perfecta para ser suficiente.
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