Cada vez más niños acceden a un teléfono inteligente antes de cumplir 10 años. Muchos padres lo saben: no es lo ideal. Sin embargo, terminan cediendo. ¿Por qué sucede esto? ¿Y qué dicen realmente los estudios sobre los efectos de esta decisión?
Los riesgos de dar un celular demasiado pronto
En todo el mundo, los expertos alertan sobre los efectos del uso temprano de smartphones. Organizaciones como UNICEF, la OMS y centros de investigación académica coinciden: antes de los 10 años, el desarrollo cerebral, emocional y social de los niños es especialmente vulnerable al impacto de la tecnología digital.
Un estudio global reciente de Sapien Labs (2023) mostró que las personas que recibieron su primer teléfono antes de los 10 años reportan, años después, una peor salud mental, mayor ansiedad, menor autoestima y más problemas para autorregular sus emociones. El efecto fue más fuerte en mujeres jóvenes: más del 60% que tuvo su primer celular a los 8 o 9 años mostró síntomas de malestar emocional severo en la adultez temprana.
Otros estudios vinculan el uso prematuro del smartphone con problemas de sueño, déficit de atención, menor rendimiento académico y sedentarismo. ¿La conclusión? A menor edad, mayor impacto negativo.
A los 8 años, ya tienen celular: ¿cómo llegamos hasta aquí?
Aunque los especialistas advierten sobre estos riesgos, la realidad va por otro camino. Según UNICEF y Unesco (Kids Online 2025), el 83% de los niños de 9 a 11 años en Argentina ya recibió su primer celular antes de cumplir 10. En Chile, más del 58% lo obtiene incluso antes. En promedio, los niños acceden a un smartphone propio a los 8,9 años.
Y no es solo en América Latina. A nivel global, encuestas recientes muestran que la mayoría de los niños tiene su primer teléfono entre los 8 y 12 años. ¿Por qué sucede esto, si los adultos saben que puede hacerles daño?
La presión de grupo también es digital
En entrevistas y encuestas, muchos padres afirman saber que no es buena idea darles un celular tan temprano. Un 64% lo considera perjudicial. Pero terminan cediendo, no por desinformación, sino por presión social.
“Mamá, todos mis compañeros ya tienen uno” se vuelve una frase cotidiana. Y entonces, el miedo no es solo a la tecnología, sino a dejar a los hijos socialmente aislados. A que no sean incluidos en grupos de WhatsApp, que no estén al tanto de los memes, que no puedan “pertenecer”. Y muchas veces, ceder parece más fácil que resistir solos.
¿Qué se puede hacer? Prohibir en las escuelas, pactar en casa
Una de las propuestas más firmes proviene de políticas públicas: prohibir el uso de celulares en las escuelas primarias. Francia lo hizo en 2018. Bélgica, Reino Unido, Italia y Brasil han seguido ese camino. ¿Por qué?
Estudios muestran que eliminar los celulares mejora el aprendizaje (hasta el equivalente de un año escolar más), reduce la ansiedad en los estudiantes y disminuye el acoso escolar digital. Además, un alumno que se distrae con el móvil en clase puede tardar 20 minutos en recuperar la concentración.
Pero el cambio también puede venir de abajo hacia arriba: pactos colectivos entre familias. En colegios de España, comunidades enteras han decidido no dar celulares antes de los 12 o 14 años. En Estados Unidos, el movimiento “Wait Until 8th” promueve acuerdos similares. Cuando todos están de acuerdo, la frase deja de ser “mi mamá no me deja” y se convierte en “así hacemos aquí”. Y eso cambia todo.
La mayoría de las plataformas (TikTok, Instagram, Snapchat) establecen los 13 años como edad mínima legal, pero esa barrera se salta fácilmente. El problema es que antes de los 14, los niños no tienen la madurez emocional para enfrentar los riesgos de estas plataformas: validación constante, comparación social, ciberacoso, contenido no apto.
Por eso, muchos pactos familiares incluyen “nada de redes hasta los 14”, como una forma de cuidar sin aislar. Y mientras tanto, ofrecen alternativas: relojes con GPS, celulares sin internet, comunicación controlada y acompañamiento.
🧠 El dato
Dar un celular antes de los 10 puede afectar la salud mental a largo plazo. No se trata solo de decir “no”, sino de crear redes de apoyo entre padres para que ese “no” sea compartido. Cuando lo digital se vuelve colectivo, se vuelve más saludable.
Fuente principal:
Estudios de Sapien Labs, UNICEF, Unesco (Kids Online 2025), Ministerio de Educación de Francia, informes de políticas públicas 2023–2025.